domingo, 26 de diciembre de 2010

ALQUIBLA II: LA CRÍTICA DIJO...



Los críticos de la cosa catódica de la época publicaron, en general, textos elogiosos sobre la serie. Alguno de ellos -Eduardo Haro Tecglem-, escribió algo más que elogios. A continuación, una muestra:



Carlos Boyero escribía el 13 de enero de 1.993 en El Mundo, dentro de su columna EL VOYEUR, un artículo titulado Preciosas “tonterías”, que decía:
Destinan el exótico Alquibla a la dulce hora de los ronquidos en el sofá de ‘eskai’ o del reparador duermevela en el sillón de cuero inglés (en la siesta y en los ronquidos también existe la reveladora división de clases).  Mientras el pueblo llano se afirma en la convicción de que cualquier tiempo pasado fue mejor (Tele 5 y Antena 3 se hacen la competencia con las sofisticadas y perdurables comedias Una chica casi decente y Cinco almohadas para una noche) o se emociona y se identifica con el universo de irreprimibles pasiones que describe la impagable Abigail, los intelectuales se corren de gusto admirando la apasionante aventura existencial de Juan Goytisolo en las incontaminadas y desconocidas culturas africanas. Resulta insólito el espíritu democrático de la televisión estatal con los gustos de los consumidores y su respeto por la “inmensa minoría” de La 2. Imagino que los cultivados seguidores de Alquibla no superábamos el millar, pero entre cabezada y cabezada nos solidarizábamos con los afanes del inquieto Goytisolo por demostrarnos que la vida está en otra parte. (…)


Javier Maqua, en su sección MOMENTOS ESTELARES DE LA TELEVISÓN de El Mundo del 17 de enero de 1.993, publicaba lo siguiente:
Alquibla. Bellísimas imágenes de Sudán, Malí… en el Alquibla de Goytisolo. Y bellísima la voz en off escrita por él que se extendía a lo largo de las estampas (que nada tenían que envidiar a las de National Geographic). Hay que ver la faena horaria que le han hecho al Goyti. Alquibla, es verdad, es el  más fresco pozo del oasis de La 2 en el desierto de la pública, como dice el cínico mandamás de ese Ramón que lleva por apellido la parte de la anatomía donde la espalda pierde su honesto nombre.
            
El Abc del 12 de enero de 1.993 publicaba un artículo de Luis Apostua titulado El peso del Corán:
El programa es una maravilla pero no es televisivo. Una enorme riqueza cultural y literaria servida por imágenes de perfección viscontiniana; pero, lo queramos o no, la televisión popular no es eso. Si vamos a pedir audiencias masivas, renunciemos a escritores como Goytisolo y a programas como éste. No obstante, el programa tiene dos puntos políticos o históricos que son muy de considerar. En primer lugar, recordemos que nosotros los españoles hemos sido árabes e islámicos por un espacio de ocho siglos, hasta hace ahora quinientos años. De forma que Mahoma, el islam y el Corán forman parte de nuestra cultura igual que Julio César o Recesvinto.
El segundo punto tiene más impacto: veamos las enormes masas que rezan en las mezquitas de El Cairo; tengamos en cuenta que Egipto es un país avanzado y moderado en su proceso de occidentalización laica. A pesar de ello, el peso coránico es total. Ese es el depósito de reserva de la potencia política del fundamentalismo islámico que hace estragos en Irán, Argelia, Líbano y Palestina; más cerca de nosotros, amenaza a Marruecos y Túnez y constituye el núcleo duro del terrorismo mediterráneo. Aunque el programa representa al islam como una especie de bálsamo, esa idea –vista desde mi ignorancia occidental- no es exacta. La explosión de ese mundo sólo tiene una víctima próxima: nosotros.
23 de enero de 1.993: Eduardo Haro Tecglen  escribió en su columna VISTO/OÍDO de El País un texto titulado Los árabes.
Alquibla es una de las raras obras de arte de la televisión: tuvo problemas –anunciada como inminente, desapareció: vuelve en un momento insólito del día, y tragada de dos en dos capítulos- y Juan Goytisolo, su creador, se queja de que hay maniobras comerciales y de contraprogramación. Creo que hay otras razones: lo árabe cae mal. La intención de Goytisolo es, precisamente, mostrar el valor de civilización del islam y nuestra parte de integración en él. Muchos no quieren: menos desde que nos integramos en un imperio protector y poderoso, del que forma parte el hebraísmo, al que también debemos tanto. Lejos de mí atribuirlo a Ramón Colom, sino a un ambiente creado. Leo a Luis Apostua (Abc) que “aunque el programa representa al islamismo como una especie de bálsamo, esa idea –vista desde mi ignorancia occidental- no es exacta. La explosión de ese mundo sólo tiene una víctima próxima: nosotros”. ¡Qué razón tiene! Es precisamente esa ignorancia la que nos hace sentirnos víctimas. Ignorancia y miedo causan todas las guerras, los odios, los asesinatos. De momento, desde hace siglos y hasta la guerra de hoy o mañana en Iraq –Bush no espera más-, pasando por los golpes antiislámicos esporádicos de la invasión de Somalia y llegando a las pateras, a los apaleamientos de marroquíes y personas de color parecido en las calles de nuestras ciudades, son ellos nuestras víctimas.

Dejando a Boabdil y Lepanto aparte, y Monte Arruit para leerlo en los libros de Sender, de Arturo Barea y de algún otro ácrata, la opinión pública aquí es contraria al árabe: hasta la izquierda, por la guardia de Franco y los regulares en la guerra civil. Creo que la magnífica obra que es Alquibla está sufriendo, sobre todo, de contraopinión. Precisamente su trabajo es el contrario: hacernos sentir esa civilización que fue tolerante, lírica, sensual, pródiga y creó una parte maravillosa de España. No está en la línea, en el juego político: en el bourrage de crane. Somos, una vez más, terreno fronterizo: y nos mandan creer que ellos están ahí para destrozarnos a nosotros ( a esos “nosotros”: otros). Que no salgan del hambre, de la miseria, de la sumisión. Que se queden muriendo de frío en los altos del Golán o de hambre en las calles de Bagdad, fusilados en Argelia, masacrados en la India.

Jorge Noriega, en su columna EL ESPECTADOR de El Mundo, escribía el 29 de enero de 1.993 un artículo titulado
Alquibla y otros animales:
Los reportajes de La 2 vuelven a centrarse en la rica y sorprendente existencia de los bichos exóticos. Después de ese breve paréntesis de Alquibla, la pantalla vuelve a llenarse, a esas horas de la sobremesa, de ballenas y ballenatos (…).
No nos cansaremos de nada de eso, pero sí echaremos de menos la serie escrita por Juan Goytisolo, que ha pasado tan fugazmente que ha sido visto y no visto. Por adaptarla al formato de ese tiempo de reportajes, que han decidido – vaya usted a saber por qué- que tiene que ser de una hora, pues nos han pasado los capítulos de Alquibla de dos en dos, como los saldos esos de ‘pague uno y llévese dos’. Y claro, a un ritmo de dos por día, se ha acabado enseguida. Y uno tiene siempre la impresión de que las cosas que se venden de saldo, en lote, son cosas a las que no se da mucho valor individualmente.
Y es una pena, porque, ¿qué culpa tenían los capítulos de Alquibla de durar solo media hora? Muchos lo considerarían una ventaja: un programa de media hora no llega a cansar y se hace más fácil de ver completo. Es más, por lo denso y apretado de los textos y por la riqueza y abundancia de imágenes, daba la impresión de que los autores de Alquibla podían haber hecho que los capítulos durasen más si hubieran querido, pero que habían preferido condensar los contenidos. De hecho, el texto de Goytisolo –sus interesantes explicaciones y descripciones y sus agudos comentarios sobre la historia del chiísmo, sobre los ibadíes, sobre la Turquía profunda, sobre el islam en lo que fue la Unión Soviética, sobre la música rai, o sobre la presencia española en África- sonaba demasiado concentrado, y también demasiado literario y erudito para la televisión, textos destinados a ser leídos más que escuchados, implacables, casi sin pausas y sin concesión alguna a las imágenes, que eran bellísimas y muy expresivas, pero que la mayoría de las veces iban al margen de las palabras, sin relación con ellas.
A la vista del buen trato relativo que le han dado, por ejemplo, a lo del National Geographic, a uno le queda la sospecha de que Alquibla ha sido menospreciada. ¿Por qué han tenido que programarla entre todos esos reportajes “ecológicos” llenos de cocodrilos, iguanas, mustélidos, pumas, puercoespines, etcétera? Cada cosa es cada cosa.

El Mundo publicaba el 21 de enero de 1.993 un artículo de Rafael Torres titulado Abl el-Krim, que reproduzco en su totalidad:
El PP, la formación política de Angel Matanzo, está decidido a privatizar La 2 cuando gane las elecciones y gobierne el país, de modo que ya hay una razón más para no votarle. Horroriza imaginar qué sería de La 2 en manos del capital privado, a dónde irían a parar sus poco rentables pero magníficos programas de divulgación informativos y culturales. Aterra pensar, ciertamente, que en una televisión al gusto del PP jamás se hubiera producido, y mucho menos emitido, la serie Alquibla II, que el martes se despidió de la audiencia con un extraordinario reportaje sobre Abd el-krim y la infausta Guerra de Marruecos.
Lo que Goytisolo contó sobre el caudillo rifeño, sobre la espeluznante aventura colonial en que nos embarcó la siniestra monarquía de Alfonso XIII, sobre el cáncer “africanista” que devino en todo una generación de carniceros salvapatrias, sobre los desastres de Annual y Monte Arruit, sobre los ricos que compraban su escaqueo militar y los pobres que eran conducidos al matadero, lo que Goytisolo contó sobre aquél episodio horrendo de nuestra historia reciente no se había visto ni escuchado nunca, así, en televisión, pero, lo que es más grave, tampoco está escrito con la tinta indeleble de la verdad en los textos escolares.
Alquibla II ha versado sobre el mundo árabe, sobre los muchos, curiosos, inquietantes e ignorados mundos árabes que nos son más familiares y próximos, por cierto, que los mundos anglosajones, los cuales, sin embargo, conocemos al dedillo. Raro es el suceso relacionado con el Magreb o con el viejo Imperio Otomano (contemporáneo y rival del nuestro) que no conecte con la Historia de España, construida a su vez (Al Andalus) con abundantes y ricos materiales de Oriente, y Alquibla II ha venido a dar cuenta de eso con valentía, veracidad y elegancia, y, desde luego, con una muy estimable calidad literaria, histórica y visual.
Cuando el partido de Matanzo acceda al poder, que el Altísimo no lo quiera, privatizará La 2, que ya nunca se ocupará de la Antártida,, de los volcanes, de los insectos, de las cifras, de las letras, de la new age o de las estirpes gitanas. Tampoco se referirá nunca a Ab el-Krim, y si lo hace, el patriota marroquí versado en leyes y en sueños libertarios volverá a ser el desalmado jefecillo de las “cábilas rebeldes” que se oponían, por puro salvajismo y maldad, a nuestra misión civilizadora.
Cuando el PP gane, privatizará La 2, y donde había historia, divulgación, inteligencia, entretenimiento y saber habrá, qué duda cabe, una turba de criaturas en tanga y un concurso.

Celia, en Bagdad es el titulo de un artículo de Agustín Cerezales publicado en Abc el 11 de febrero de 1.993 que reproduzco en parte:
Es curioso lo sucedido con la serie escrita por Goytisolo sobre el islam. Pocos han podido verla, pero muchos la desean. Nace con Alquibla una nueva militancia, precisamente por reacción al escamoteo sufrido: empiezan a circular, a multiplicarse los videos grabados en casa, y con ello se crea una red de telefonazos, citas, complicidades…
El medio es el mensaje; la frase feliz de Mac Luhan, que inicialmente tenía un sentido de denuncia, acabó sirviéndoles a algunos de excusa. Pero puede, debe invertirse: el mensaje es el medio. Y lo demuestra la televisión, que cuando difunde contenidos dignos se metamorfosea, de monstruo degradador, en formidable agente pedagógico.
Lo demuestra Alquibla, y lo demuestra Celia, otra serie española de categoría internacional. También mal colocada, por cierto, en la rejilla de programación (…)
Alquibla tiende puentes entre dos culturas que otros procuran enemistar. Celia, entre dos mundos que no están menos necesitados de un nuevo pacto. Nos lo merecíamos. Y queremos más.

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